No sé si recuerdan, participo de la iniciativa del blog El Tridente Literario.
El primer día debíamos escribir sobre cómo sobrevivíamos a un Apocalipsis Zombie. Aquí está mi relato, espero no se les haga muy tedioso.
30-01-15
Diario, tú sabes bien que odio los zombie. Profundamente. Son los seres más repugnantes jamás inventados. Pero nunca me imaginé que debería luchar con ellos.
Todo comenzó esa noche de Halloween, Frabrizio y yo nos preparábamos para la fiesta que organizaba Bruno en su quinta. Ese chico era famoso por sus fiestas, que siempre reunían a todo el curso. O, en este caso, a Fabri y a mí. No nos veíamos desde que cumplí quince. Un amigo suyo es el DJ, por eso fue invitado. Yo, bueno, compañera de curso de Bruno.
Cuando Fabri me invitó a su casa a elegir los disfraces ni lo dudé. Después de todo, mi casa solo quedaba a unas pocas cuadras de la suya. Al enterarme de la fiesta, mi disfraz vino a mi mente a los cinco segundos: Cazadora de sombras, Isabelle Ligtwood. No puedo competir con la belleza de Izzy, y sus zapatos de tacones altos no son lo mío, pero no me importó esa noche.
Salí de la habitación de huéspedes con una musculosa, pantalones ajustados y botas con taco fino y alto, todo negro. Mi cabello castaño caía en suaves ondas y tenía poco maquillaje: máscara para pestañas y labial rojo fuerte. Poco pero atrevido. Y lo infaltable: el látigo dorado de serpiente enrollado en mi brazo derecho (que lamentablemente no se convierte en un látigo de verdad, es de adorno, comprado en Amazon). Fabri se quedó boquiabierto cuando me vio.
-Guau- exclamó - te ves muy sexy. Diferente. Me gusta - aprobó. Él era un vampiro, pero no de esos con capa: uno como en la saga Cazadores de sombras, tenía puesto una simple chaqueta roja sobre una remera blanca, pantalones de jean y zapatillas Jaguar. Pero claro, su piel era pálida y unos colmillos falsos asomaban a través de su boca. Se parecía un poco a Simon, menos por el pelo: rubio, y Simon es morocho.
Subimos a su camioneta y nos dirigimos a Bella Italia, donde se encontraba la quinta de Bruno. En el camino vimos a muchos chicos disfrazados: fantasmas, brujas, esqueletos, hasta me pareció ver uno de gato negro.
Al llegar, la fiesta ya había iniciado. Luces estroboscópicas naranjas y blancas brillaban por todo el lugar, y un poco de humo volvía todo más tétrico. Había muchos chicos y chicas bailando, otros tomando jugo por allá, un grupo discutía con el DJ la próxima canción.
Fabri fue a saludar a su amigo y yo me quedé sola. Bailando traté de acercarme a mi amiga de otro curso.
-Hola Dai - la saludé.
-¡Milee! - gritó emocionada y me dio un gran abrazo. Tenía puesto un vestido azul largo hasta los tobillos, dividido por un cinturón dorado, zapatos chatitos del mismo color y su cabello estaba suelto delante de su cara. Sostenía un vaso de jugo de frutilla en su mano. Charlamos por un rato de nuestras vidas, hasta que Fabri me llamó para hacer nuestra escena favorita de Ciudad de Hueso. Le había comentado al DJ la idea, y éste se encargó de decirla por el altavoz, de modo que todos estaban enterados. Había un espacio en el centro libre, donde me paré con Fabri. Él se acercó a mi un poco, como si me besara, miró las runas en mi cuello y se alejó. Yo iba a atraparlo con mi látigo verdadero, escondido en mi cintura, cuando oímos un gemido, seguido de otros cada vez más fuertes. Miramos para todos lados pero no encontramos el origen del ruido. La música había parado. Todos estábamos escuchando. Los gemidos se hacían cada vez más fuertes, como si la persona que los emitía se estuviera acercando.
De pronto, vimos un grupo de hombres atravesando el portón de entrada. Pero no eran normales: su piel era de un verde asqueroso, parecía moco. Sus ojos, amarillos (no verdes como pensaba) su boca abierta en una mueca de desconcierto. Llevaban botas marrones todas rotas, iban descalzos.
-¡Zombies! - exclamó un chico.
-¡El Apocalipsis! - lo apoyó otro.
Para mí esto se trataba de una broma. ¿Zombies en Bella Italia? Los zombies no existen. Pero estos seres ya estaban pasando al lado del DJ, que se quedó petrificado por el miedo.
Gritos de espanto, gente que corre y en la huida se choca con muebles o cosas, nombres invocados esperando por sus dueños, y los gemidos de los zombies, todo eso formaba parte de la nueva banda sonora de la fiesta.
¿Cómo encuentras a dos personas en dos minutos? Yo aún trato de entender cómo es que Dai y Fabri estaban a mi lado en ese tiempo. Los gritos cesaron tan pronto como iniciaron: los adolescentes huyen rápido. Sólo quedábamos nosotros tres y un chico con su traje de momia cubierto de tierra y las vendas esparcidas por todas partes. Su rostro expresaba miedo, desesperación.
-¿Qué hacemos? - preguntó Dai con voz aguda, con temor.
-Rápido, tomen lo que sea y úsenlo para atacar a los zombies - ordené.
Los tres (cuatro, el chico-momia también me había oído) nos agachamos y empezamos a tantear el suelo en busca de algo. Como no encontraban nada, Dai y Fabri fueron adentro de la casa. El chico se alejó un poco y fue a inspeccionar más en el fondo. En un momento este fue el resultado: Dai tenía un extintor de fuego, Fabri, un martillo y un cuchillo de cocina, el chico-momia una linterna y yo... Yo un palito. Una rama. Es lo mejor que pude encontrar. Nadie se rió, no había tiempo para eso.
Dai arremetió contra los zombies con el extintor.Ya estaban rodeándonos. Luego de que todo el humo se fue, pudimos ver que al parecer había funcionado, porque los zombies estaban en el suelo, desmayados. Pero en un momento, estaban de pie de nuevo. Bien, debíamos intentar con otra cosa. Fabri los apuñaló con el cuchillo y les pegó con el martillo en la cabeza. Tampoco: su heridas sanaron en un santiamén. Vaya que eran invencibles.
-¿Se te ocurre algo? - le pregunté a Fabri.
-No.
-¿Haz visto The Walking Dead?
-No.
-Yo tampoco.
En esos momentos, me hubiera gustado ver algún episodio de The Walking Dead para poder sacar algo que nos sirviera para luchar con estos come-cerebros. Oigo un grito detrás de mí. Me doy vuelta y me horrorizo ante lo que veo: un zombie agarró a Dai de la cabeza y le estaba chupando el cerebro, o al menos eso parecía. Dai se desmayó, y yo solté el palo, agarré el extintor y rocié al zombie con él. No lo destruyó, pero sí lo alejó de mí. Cuando quise usarlo de nuevo, ya estaba vacío. Fantástico: un arma menos. Para colmo, el chico-momia había huido, dejando la linterna tirada en el suelo.
Fabri chocó conmigo al enterrar el cuchillo en el ojo de un zombie. Golpeó a otros dos con sus armas.
-Che, ¡ya sé cómo destruirlos! - exclamó chasqueando los dedos.
-¿Cómo? - pregunté desesperada.
-¡Toquemos música!
-¡Esto no es Gravity Falls! ¡Una tonta canción de niñas no impedirá que nos coman el cerebro!
En ese momento, le erra el tiro del martillo a un zombie y el objeto rompe una ventana y cae. Fabri molesto entierra con tanta fuerza su cuchillo en la tierra, que lo rompe sin querer.
-Uy-se lamenta.
Solo queda un arma: mi palito. Los zombies casi están sobre nosotros, y puedo notar, a lo lejos, que cada vez son más. Agitar el palo era inútil. No era bruja con en Harry Potter, ni lo que tenía en mis manos una varita. Ya se me estaba contagiando la tontez de Fabri. Genial. Lo único que faltaba.
Continuaba agitando el palito con fuerza, sosteniéndolo con ambas manos, sin mirarlo. Tenía los ojos cerrados y una expresión parecida al asco, como si estuviera manipulando un bisturí para disecar una rana.
De repente el tacto del objeto cambia. Ya no siento la cálida madera en mis dedos, sino que se ha vuelto fría y se siente como si fuera metal. Abro los ojos y veo que sostengo una espada láser, que fácilmente pude haber sacado de Star Wars. Una espada láser contra unos zombies. Si esto fuera una película, este seria el instante en que todos largarían la carcajada. Era simplemente ridículo. Aunque, tal vez...
Estábamos rodeados de zombies, casi nos encerraban a ambos. La espada era mi única alternativa, no perdía nada con intentar, así que blandeé la espada en la cara de los zombies y para mi sorpresa, las cabezas de éstos caían limpiamente al suelo, y el brillo amarillo de sus ojos se apagaba.
Sin poder creer lo que había sucedido, decapité a otro zombie. Y luego a otro, y otro y otro. Uno a uno iban cayendo, después de un rato ya solo quedaban dos. Miré a mi izquierda, a Fabri. Ya casi me había olvidado de él. Atónita, vi como agitaba su espada láser verde (la mía era roja) contra el zombie más próximo. Una vez decapitado, se gira hacia mí y pregunta:
-¿Y este botón para qué será?-señala el botón verde de su espada. Yo miro la mía, también tenía uno. No lo había notado antes. ¿Qué pasaba si lo presionaba? ¿Algo bueno o malo? ¿Los zombies revivirían y nos chuparían el cerebro? ¿Nos llevaría lejos de allí? Solo había una forma de averiguarlo. Hasta ahora no nos iba tan mal, así que ¿qué daño hacía apretar el botón? Mi dedo estaba sobre el mismo. Lo apreté y los zombies se redujeron a cenizas.
Antes de que pudiera asimilar lo que pasó, sentí que unos brazos me rodeaban. Fabri me abrazaba, y Dai, que ya había vuelto en sí, se unía al abrazo.
-¡Lo hicimos! - exclamé como una niña de cinco años que acaba de ganar un juego.
-¡Sí! Ahora, yo me voy a casa. No quiero ver otro zombie en mi vida - dijo Fabri y yo lo apoyé.
Y esa es la historia, diario, de cómo sobreviví a este Apocalipsis zombie.
Espero les guste. ¿Ustedes participan de la iniciativa? ¿Quieren dejarme su relato en los comentarios?
Hola!! llegué aquí de casualidad.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu relato, me dio mucha risa cuando ninguno de los dos había visto The Walking Dead, además, soy una gran fan de los zombies, así que gracias por tu relato.
Me voy a quedar como seguidora ^^ y te dejaré mi blog para que nos sigamos mutuamente si así lo deseas :D
http://escribadeavalon.blogspot.com/
Besos!!
De nada y enseguida me paso :) A mi me encantó ponerle humor a una situación en la que no lo hay. Besos. Yo también te sigo.
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